viernes, 10 de febrero de 2012

Siria en llamas

Siria, con sus 185 mil kilómetros cuadrados y sus 22 millones de habitantes, es un país pequeño y también es pobre, pero tiene una situación estratégica y de cruce de caminos que lo han convertido en un objetivo militar y político de todos los imperios que se han establecido en el Cercano Oriente.

En su territorio se encontraban algunas de las ciudades más antiguas de la humanidad, y en diferentes épocas desde su capital se controlaron extensos territorios que sobrepasaban aún la región del Cercano Oriente.

Desde la edad media, el territorio sirio empezó a formar parte del mundo árabe y más adelante fue incorporado al imperio Otomano del cual se separó al terminar la Primera Guerra Mundial solo para convertirse en colonia francesa hasta mediados del siglo XX.

En la época de la República árabe unida, de Nasser, Siria formó parte de este proyecto político, que duró pocos años, y luego se separó pero conservó un estado laico, autodenominado socialista, y una relación estrecha primero con la Unión Soviética y después con Rusia.

Luego de la revolución islámica iraní de 1979 hubo varias razones para el acercamiento entre Irán y Siria. Una fue la hostilidad común contra los Estados Unidos y contra la Iraq de Sadam Hussein en la época en que éste era un dictador que se dejaba manipular por la CIA. Otra era el hecho de que la élite que controla el estado en Siria es la minoría alawita, que es chiíta, al tiempo que el estado iraní es una teocracia chiíta.

Por último, y no lo menos importante, a ambos países los une la hostilidad contra Israel, que ocupa parte de Siria, y una disposición común para apoyar conjuntamente al grupo armado Hizbolá, que funciona en Líbano.

Por todo lo anterior una posible guerra en Siria tiene una alta probabilidad de derivar en un conflicto de carácter subregional, lo que le diferencia de la intervención realizada recientemente por la OTAN en Libia y por ello resulta comprensible el esfuerzo diplomático de Rusia para conseguir un acuerdo de transición pacífica entre el gobierno sirio y la oposición.

Lo que no está claro es el contenido de ese posible acuerdo y sus consecuencias en la política exterior siria. Parece inevitable que en algún momento los asuntos regionales sean discutidos como parte de un arreglo que no puede ser solo interno. Ahora bien, si se tiene en cuenta que la revuelta en Siria está acompañada por un aumento extraordinario de la tensión y de los preparativos militares especialmente tanto en Irán como Siria, el logro de un acuerdo con la oposición siria sería una proeza, pero si esto no se consigue las perspectivas son negras.