martes, 11 de octubre de 2011

Pesimismo

Por estos días las revistas internacionales llegan llenas de malas noticias y cargadas con un pesimismo abrumador. No bastó la victoria de la coalición de la OTAN en Libia para levantar el ánimo en los países ricos occidentales, donde la crisis de Grecia, las altas tasas de desempleo, la caída de las previsiones de crecimiento del PIB, para el año entrante, atiza una suerte de depresión mental que se espesa con los relatos sobre las explosiones de bombas que matan cientos de personas en Afganistán, Iraq, Pakistán e India, y que se convierten en un panorama turbulento con las noticias sobre las marchas multitudinarias en Siria, Yemen, España, Londres y Nueva York.

Y es que no se trata solo de las caídas de las bolsas o de un problema económico en un grupo de países. Ahora todo se ha vuelto global, y esta crisis también lo es. Desborda la economía y la política, y se manifiesta en los problemas ecológicos y en la vida cotidiana.

El mundo lleva 20 años sufriendo el triunfalismo de la derecha que no ha parado de felicitarse por el fracaso del socialismo, y el hundimiento de la Unión Soviética. No obstante, continuaron los elevados gastos militares, las hambrunas en muchos lugares del mundo y los proyectos para producir biocombustibles, en algunas de las mejores tierras que se usaban para producir alimentos.

Algunos países emergentes se están industrializando, y sus poblaciones ven aumentar sus ingresos, pero esto amenaza con reproducir los mismos problemas ambientales y sociales de los países ricos, pero en una escala mucho mayor. Las instituciones internacionales como la ONU o el Fondo Monetario Internacional están en crisis, pero no hay consenso sobre cómo se deben reformar, y los países poderosos política y militarmente imponen su voluntad a veces con métodos “blandos” pero también con procedimientos “duros”.

Es de esperar que los nuevos centros de poder del mundo sean menos arbitrarios, y busquen más consensos, no solo por razones de justicia o porque apenas ayer países como China sufrieron en carne propia las agresiones de las grandes potencias, sino también porque los países ricos a pesar de sus tropiezos mantendrán mucho poder, y el futuro de los países emergentes está estrechamente ligado con la manera como se relacionen con los países ricos.

El mundo ha sufrido otras crisis, y ésta no es la primera vez que todo parece venirse abajo. Para buscar soluciones hay que empezar por recuperar la memoria en el sentido de resucitar puntos de vista, sepultados en el olvido por actores interesados, que en otras ocasiones ayudaron a salir de situaciones parecidas.

El más reciente número de la revista “The New Yorker”, por ejemplo, trae un interesante artículo sobre Keynes y la pertinencia de sus teorías sobre las crisis económicas. Hay otros pensadores que se deben resucitar, además de Keynes, pero también es necesario atreverse a pensar, y a desafiar convencionalismos inútiles, que son una carga para cuando se necesita estar listo a aceptar puntos de vista nuevos, y atrevidos, que partan de la apropiación de la realidad con un profundo sentido crítico.