martes, 20 de septiembre de 2011

La política internacional de Colombia

El mayor éxito de Colombia, en los últimos tiempos, en su política internacional, fue el exitoso trabajo de intermediación que consiguió la normalización de la situación de aislamiento de Honduras, y el acuerdo que por un lado llevo a que Zelaya aceptara el nuevo gobierno de Porfirio Lobo como legítimo, y por otro que se permitiera al depuesto presidente regresar al país con el compromiso de no ser perseguido ni acusado.

Pero las últimas decisiones de la cancillería colombiana, que va del apoyo a la coalición de la OTAN en sus acciones sobre Libia, hasta el anunciado alineamiento con Estados Unidos e Israel, para oponerse en la asamblea general de la ONU a la moción que reconoce el estado palestino, nos recordaron que no existe autonomía en la política internacional colombiana, y que quizás vale más congraciarse con EEUU conforme al objetivo de reabrir las discusiones sobre el TLC.

Son posturas contraproducentes, si se piensa en el requerimiento de Colombia de abrirse a las economías más dinámicas en el mundo, es decir los países emergentes, que en los puntos mencionados difieren de la política Norteamericana. Al parecer, la cancillería y el gobierno Santos, no comprenden su propio discurso que habla de cambios en el escenario mundial.

El uso continuo de la fuerza para resolver a su favor los asuntos internacionales ha desacreditado a Occidente, y la retórica de los derechos humanos no se compadece con los atropellos que la CIA comete en todo el mundo, y contradice los principios básicos de la democracia.

Seguirle el juego a estos calcados métodos es aislarse de las corrientes que marcan el futuro, y renunciar a participar de un mundo más pacífico y justo. Por eso la política internacional de Colombia es deplorable, por decir lo menos.