martes, 19 de julio de 2011

El nuevo orden

El viejo orden cambia pero es difícil percibir todavía cómo será el mundo del futuro próximo aparte de unos pocos hechos, de bulto, que ya son aceptados por todos como el ascenso de China, que probablemente en 2020 será la primera potencia económica mundial, y la crisis energética que ha producido una geoestrategia de control político y militar, por parte de las grandes potencias, de acuerdo con sus intereses de abastecimiento de combustibles.

Parte de la nueva pintura del mundo la configura la inestable situación de Estados Unidos y la dificultad que su presidente tiene de avanzar proyectos determinantes para la sostenibilidad de dicho Estado como la ampliación del techo de la deuda federal. Pero también lo es, los altos precios del oro que esta semana supero la cifra record de los 1600 dólares la onza troy.

Entre tanto, continúan las malas noticias económicas del sur de Europa, el nerviosismo político en el cercano oriente y las guerras de Estados Unidos y sus amigos de la OTAN con pocas señales de que tales situaciones se resuelvan pronto.

Es solo cuestión de tiempo para que la crisis económica afecte también los ámbitos de la política y de las acciones militares y les disponga en nuevos niveles. La desautorización, por parte de Estados Unidos de los gobiernos que se sienten amenazados por sus propios pueblos tiene límites que ya parecen alcanzarse en los países autoritarios amigos y en los países democráticos agobiados por la recesión y el desempleo de los jóvenes.

Por otro lado las guerras de Afganistán y Libia son un desangre de recursos preciosos que no se traducen en ventajas estratégicas proporcionales a los gastos, como lo descubrieron los soviéticos en los años ochenta. Una guerra de ocupación en Afganistán es fácil de empezar pero distante de la expectativa de la victoria.

China por el momento no sufre recesión económica, ni tiene guerras extranjeras, pero depende en gran medida de las importación de combustibles y de las exportaciones a Europa y a Estado Unidos que se verían recortadas en el caso de una profundización de la crisis económica mundial.
Aún así, China y Rusia, que no tienen regímenes políticos democráticos liberales, aparecen como centros de actividad económica y de una política internacional moderada sin las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos y la OTAN, y sin el convencimiento de que tienen el poder suficiente para modificar las normas del derecho internacional según su propio beneficio.

La posible agudización de la crisis económica probablemente acelerará y ampliará la decadencia del orden surgido al final de la segunda guerra y facilitará las propuestas de diversificación y reorganización del poder mundial empezando por la ONU y siguiendo con las principales organizaciones económicas y comerciales internacionales.