El conflicto de Libia, puede verse desde la óptica de los derechos humanos, pero también desde el punto de vista de unos mercados petroleros abastecidos por una producción mundial que está casi al tope de su capacidad, con la única excepción de Arabia Saudita, que podría sumar a su actual producción 3 millones de barriles adicionales si así lo decidiera.
Pero qué sentido tiene vaciar los pozos para comprar cantidades suplementarias de bonos del tesoro de EE.UU, si las necesidades de dólares de Arabia Saudita ya están satisfechas, y mientras tanto, el precio del crudo permanece en el techo de los 100 dólares por barril.
Es cierto que la actual subida de precios tiene que ver con el cierre de parte de la producción Libia, de 1,7 millones de barriles diarios, pero también es cierto que en 2010 el consumo mundial de petróleo aumentó 2,7 millones barriles día según la Agencia Internacional de energía. La región del Cercano Oriente y el Norte de África producen el 35% de los 88 millones de barriles diarios que se consumen a escala mundial, y la capacidad de producción está peligrosamente cercana como hemos visto, del consumo.
Adicionalmente, el petróleo de Libia se produce a la orilla del Mediterráneo en una zona que está al alcance inmediato de los países del flanco sur de la OTAN.
En este momento no parece que Gadafi está a punto de caer, sino que, más bien, parece recuperar terreno en los campos de batalla. De todas maneras, ya el precio internacional del petróleo subió un 20% en las últimas semanas y, por otro lado, hay que reconocer el cambio en la perspectiva pacífica que caracterizaba a la “revolución árabe” que ahora se mezcla con centenares de víctimas, bombardeos, tanques de guerra, armas de fuego y gente que huye, a lo que hay que agregar la reciente decisión del Consejo de Seguridad de aprobar la zona de exclusión aérea lo que da apertura a la intervención militar internacional, algo que quizás termine de tensar los nervios del mercado de combustibles.
De recordar, que la intervención en Iraq no solucionó la sed de petróleo de los países ricos y una posible ocupación de Libia tampoco bastará para resolver el mismo problema, al tiempo que cuestionará la legitimidad de la política internacional de Estados Unidos y Europa, e intensificará y dará nueva dirección a las manifestaciones populares árabes.