Van cuatro noches de bombardeos sobre Libia por parte de una coalición encabezada por Francia, Inglaterra y Estados Unidos con el argumento de que buscan “proteger a la población civil” de la ofensiva militar del régimen de Gadafi: en las fotos de los insurgentes libios publicadas antes de los bombardeos no se ven propiamente civiles desarmados, sino hombres armados dispuestos a enfrentarse militarmente con tropas oficiales y patrullando las calles de varias ciudades.
Por eso los bombardeos de la coalición parecen ser, más bien, una intervención tardía en una guerra civil que estaba a punto de terminar con la inminente caída de Bengasi en manos de las fuerzas del gobierno. Por el momento no parece que la coalición responsable de los bombardeos esté preparando el desembarco de fuerzas de tierra.
Tampoco parece que la ofensiva del gobierno libio contra los insurgentes se haya detenido, ni que se escuche el llamado de Rusia para un alto al fuego inmediato y la apertura de conversaciones políticas entre las partes enfrentadas.
Es improbable que los bombardeos de la coalición vayan a ser suficientes para precipitar la caída de Gadafi y, por otro lado, si se prolonga el estado actual de la situación va a ser cada vez más evidente que gran parte de las víctimas de los ataques aéreos y de la prolongación de la guerra va a ser precisamente población civil.
Además, el costo de la ofensiva aérea es elevado (se calculaba el costo del primer día de operaciones en 100 millones de dólares), y es dudoso que la coalición esté preparada para mas acciones que se prolonguen mucho.
Resumiendo, los despachos de petróleo libio a los mercados internacionales están suspendidos, los precios internacionales del crudo están por las nubes y la población civil libia es el principal doliente de una confusa situación de guerra, desorden e intervención extranjera que, no obstante, puede empeorar.