Al terminar el presente año la crisis económica mundial continúa y ha venido acompañada por cambios geopolíticos que se evidencian, en este diciembre que termina, por los acuerdos comerciales de India con China por un lado y con Rusia por otro.
Indudablemente se está formando una organización del mundo distinta de la que predominó desde el fin de la Segunda Guerra y, más específicamente, desde que se derrumbó la Unión Soviética dejando a los Estados Unidos en una posición predominante que ahora se ve amenazada por el surgimiento de nuevos centros de poder y particularmente de China cuya economía se acerca rápidamente a la de Japón con lo cual ese país tendrá próximamente la segunda economía mundial dirigida por un poder político independiente aunque con los lazos y contrapesos correspondientes a un comercio internacional intenso y a una política internacional de expansión, sin confrontaciones, a pesar de los recelos que despierta ese crecimiento y optimismo inusitados.
Entre tanto en los Estados Unidos y en Europa se siente el temor por la subida del precio de los combustibles (el petróleo en alza otra vez, está a 88 dólares el barril), y por el cambio climático que viene produciendo inundaciones en unos lugares, inviernos extremadamente fríos en otros y veranos tremendamente calurosos en partes donde se producen grandes incendios.
América Latina por el momento, en este panorama, se ve favorecida por el aumento de los precios de las materias primas, las bajas tasas de interés y las políticas monetarias expansivas de los países ricos que permiten disfrutar de la entrada de grandes capitales de inversión a la región.
Otro factor que genera cierto optimismo es el crecimiento económico y político de Brasil que, en cierto sentido, lo anima a aventurarse por caminos de independencia que antes no resultaban factibles tal como sus estrechas relaciones con Irán, el reconocimiento diplomático de la independencia de Palestina, su proximidad con Venezuela y los acuerdos militares y estratégicos con Francia.
Sin embargo, los países más pequeños y dependientes de los Estados Unidos, como Colombia, están atados unas condiciones que tomará algún tiempo cambiar de manera notoria aunque en el campo de su política internacional, y particularmente en el comercio, empiezan a existir alternativas nuevas que hacen menos oscuro su futuro.
En Colombia, además, el nuevo gobierno de Juan Manuel Santos ha establecido nuevas alianzas políticas y nuevos rumbos a la política regional que facilitan aperturas hasta hace poco consideradas imposibles. La ley de víctimas, la ley de tierras, la ley de primer empleo, el proyecto de devolver las tierras a quienes fueron expropiados durante los años de la violencia paramilitar y guerrillera, y las reformas a la salud y a la tributación van a marcar la política interna durante el 2011 que será además año de debate electoral de cara a las elecciones de alcaldes, gobernadores, concejos municipales y asambleas departamentales.
El 2011 pinta bien a pesar de las dificultades generadas por las fuertes lluvias de los últimos meses de 2010. El agujero fiscal generado por las ayudas a los damnificados de las inundaciones y de las reparaciones a las carreteras seguramente se saldará con más impuestos o con créditos tomados por el gobierno. Los problemas sociales siguen siendo enormes y la oposición soterrada de la derecha continuará tratando de oponerse a los cambios representados por las nuevas leyes y a las acciones de la justicia contra los funcionarios del anterior gobierno que cometieron atropellos o actos de corrupción.
Aunque el partido de izquierda está más desorganizado que nunca se respira, en los ambientes reformistas, cierto optimismo que hace presentir la cercanía de situaciones cargadas de posibilidades nuevas tanto internas como externas.