En la época del mundo bipolar así se denominaba la mitad del mundo liderada por los Estados Unidos que habían salido victoriosos de la guerra contra Alemania y estaban en lo más alto de su prestigio político y económico. En la década de los 50, a pesar de la ola de represión macartista, que afectó a muchos intelectuales y artistas, la solidez moral de los principios democráticos y el liderazgo de los Estados Unidos eran indiscutibles entre quienes no estaban alineados con el comunismo soviético.
En el recién lanzado libro del ex presidente George W. Bush, “ Decisión Points”, este defiende las torturas empleadas por las agencias de seguridad del estado en sus interrogatorios y patentiza el abandono de los principios democráticos defendidos públicamente por Estados Unidos en la época de la guerra fría, pero esto es nada más que un destape más.
Estados Unidos mientras exhibía la bandera del “mundo libre”, apoyaba abiertamente a gobiernos militares latinoamericanos que torturaban y asesinaban con el pretexto de “erradicar la amenaza comunista”.
Hace algunos días, a raíz del repunte republicano en las elecciones para Congreso, mencioné el “abandono” del liderazgo de Estados Unidos en una tomada de café. Se me ha señalado que no se trata tanto, en este caso, de un abandono como una “pérdida”. Yo creo que se trata de ambas cosas porque ya hace tiempo que no se escucha el discurso optimista y democrático que se usaba, por ejemplo, durante la administración Jimmy Carter. Yo diría que hace mucho tiempo, quizás desde la derrota de Vietnam, empezó la debacle que ahora se concreta en la crisis económica y en el desprestigio mundial de los Estados Unidos.
Los enormes gastos militares de este país son una vena rota y al mismo tiempo un mal síntoma de debilidad moral que parece difícil de superar a menos que los propios estadounidenses completen el abandono del ideal basado en la supremacía, cosa que ya casi hicieron, con la aceptación de un papel más modesto en el que el coloso del norte sería solo uno de un grupo de grandes países que definirán el rumbo. Para ello habrá que desarrollar nuevas normas de derecho internacional, de derecho comercial, de manejo de la economía, y fortalecer entidades como Naciones Unidas y sus distintos organismos.