lunes, 11 de octubre de 2010

Los premios nobel

El premio nobel de paz al disidente chino Liu Xiaobo y el premio nobel de literatura a Mario Vargas Llosa expresan una posición política de oposición al autoritarismo, en este caso de izquierda, y a favor de la democracia, la libertad y la cultura.

En el caso del disidente chino la decisión ha producido un roce diplomático entre China y Noruega y ha resucitado el interés por la represión violenta de la plaza de Tiananmen hace 20 años.

Pero Tiananmen hace parte de una larga colección de momentos por recordar. La generación adolescente de los años 60 y 70 que vivió los primeros años gloriosos de la revolución cubana y la derrota del imperialismo de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, presenció también los éxitos económicos de la dictadura de Pinochet en Chile y la llegada de duros gobiernos militares en todo el Cono Sur que se impusieron, exitosamente, la tarea de reprimir violentamente a la izquierda juvenil subversiva. Esos jóvenes optimistas de los 60 que sobrevivieron a la represión de los 70 y 80 – que en Colombia sobrevivieron a los asesinatos masivos a la oposición política en los 80-, eran ya personas de más de 45 años cuando ocurrió la implosión de la Unión Soviética que no gozaba, por cierto, de mucha simpatía en extensos sectores de la izquierda que habían visto, estupefactos, la entrada de los tanques rusos en Praga, en el verano de de 1968, para ahogar la “Primavera de Praga” encabezada por Alexander Dubcek.

La China posterior a la muerte de Mao en 1976, anarquizada en los tiempos de la Revolución Cultural y de la “Banda de los Cuatro”, tomó un nuevo rumbo en manos de Deng Xioaoping bajo la máxima de “enriquecerse es glorioso” con que se dio paso a una economía capitalista de mercado mientras se mantenía un régimen autoritario de partido único contra el cual ocurrió la protesta de Tiananmen.

Los jóvenes Latinoamericanos de los 60, que ahora estamos cercanos a los 70 años y que vimos la liquidación de las dictaduras militares a favor de una restauración democrática liberal así como el surgimiento de otros problemas como el del narcotráfico y los homicidios generalizados en Colombia, somos escépticos en el sentido de que no creemos en fórmulas simples, de aplicación universal, que asegure la felicidad colectiva. Ciertamente los gobiernos de Cuba y Venezuela muestran una propensión detestable a no respetar los derechos individuales de las democracias liberales. Ni que hablar de la crueldad de las Farc, en Colombia, que aplican toda clase de violencia contra la población civil y las comunidades indígenas.

Pero bajo la denominación de “democracia liberal”, en Colombia y otros países, se han cometido toda clase de crímenes, por parte tanto de particulares como de agentes del Estado, hasta el punto de que para muchos, los regímenes democráticos se identifican con regímenes de una plutocracia elitista sin escrúpulos.

Las decisiones de la organización de los premios nobel de este año son, por lo tanto, un buen recordatorio de que la libertad y la democracia son importantes y que es deseable que el progreso social se obtenga respetando los derechos individuales, la independencia de los poderes y la diversidad. Ahora resulta imposible predecir el futuro de los que Hugo Chávez llama “el socialismo del siglo XXI” pero da la impresión de que, al comenzar la segunda década del siglo, el capitalismo en América Latina goza de buena salud, a pesar de la crisis económica mundial, y el modelo venezolano de intervención estatal en la economía y de la hostilidad ante los grandes empresarios privados que no da buenos resultados.

Esto no quiere decir que haya que resignarse a sufrir los males del presente representados, en Colombia, por la corrupción, el clientelismo y carácter reaccionario de gran parte de una clase política dedicada más a defender sus propios intereses que a trabajar por el país.