En octubre los brasileños tendrán alecciones presidenciales de las que no se esperan grandes cambios en política interna ni en política internacional. En los últimos 16 años, las presidencias de Fernando Enrique Cardoso y Luis Ignacio Lula da Silva, le ha ido bien a este país de 190 millones de habitantes y más de 8,5 millones de Km2.
Su economía se ha expandido y la continuidad y seriedad de su actividad diplomática le ha permitido establecer relaciones con todo el mundo y consolidar un desarrollo autónomo con un comercio internacional diversificado que no depende de ningún país proveedor o comprador en particular.
La economía brasileña es la décima en el mundo y el país ya participa en las grandes ligas de la política mundial. Tiene una relación estratégica muy estrecha con Francia y forma parte del G20. También está, junto con Rusia, India y China en el llamado BRIC que reúne a las economías más prometedoras para el próximo futuro de este mundo que aún no sale de la crisis económica.
En América Latina el liderazgo que en otro tiempo tuvo México ha pasado a Brasil que ha desarrollado pacientemente organismos como Mercosur y Unasur. Da la impresión que América Latina estuviera dividida en dos: al norte de Panamá estrechando los lazos con los EE.UU y al sur de Panamá acercándose al desarrollo autónomo de Brasil.
Colombia está en medio de todo esto y, aunque está pendiente de la aprobación de un tratado de libre comercio con EE.UU por parte del Congreso de este país, Brasil para nosotros representa la posibilidad de diversificar nuestro comercio exterior y de disminuir la dependencia política de EE.UU.
Aún pesan mucho los intereses que nos obligan a mirar hacia el norte pero no está clara la recuperación económica y política de EE.UU mientras que por el lado sur del continente a veces se deja ver una estrella en ascenso: Brasil.